San
Pablo, ApÓSTOL
Año 67
Año 67
un favor te pedimos al recordar
tu fiesta de cada año:
suplícale a Dios que te imitemos
en tu inmenso amor a Jesucristo
y en tu deseo impresionante de salvar almas.
Que cada uno de nosotros pueda repetir
aquella tu frase famosa:
"Me desgasto y me desgastaré
por el bien de las almas y
por el Reino de Cristo
Jesús"
Las información que tenemos acerca de la vida de este
gran apóstol están contenidas en "Los Hechos de los Apóstoles"
(Al final de la S. Biblia) y en las cartas del santo. Son verdaderamente
interesantes.
Nació en la ciudad de Tarso, en el Asia Menor, quizás
unos diez años después del nacimiento de Jesucristo. Su primer nombre
era Saulo. Era de familia de judíos, de la tribu de Benjamín y de la
secta de los fariseos. Fue educado en toda la rigidez de las doctrinas de
los fariseos, y aprendió muy bien el idioma griego que era el que en ese
entonces hablaban las gentes cultas de Europa. Esto le será después
sumamente útil en su predicación.
Después de la muerte de Jesús, volvió nuestro hombre
a Jerusalén y se encontró con que los seguidores de Jesús se habían
extendido mucho y emprendió con muchos otros judíos una feroz
persecución contra los cristianos. Al primero que mataron fue al diácono
San Esteban y mientras los demás lo apedreaban, Saulo les cuidaba sus
vestidos, demostrando así que estaba de acuerdo con este asesinato. Pero
Esteban murió rezando por sus perseguidores y obtuvo pronto la
conversión de este terrible enemigo
Saulo salió para Damasco con órdenes de los jefes de
los sacerdotes judíos para apresar y llevar a Jerusalén a los seguidores
de Jesús. Pero por el camino una luz deslumbrante lo derribó del caballo
y oyó una voz q
ue
le decía: "Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?". Él
preguntó: "¿Quién eres tú?- y la voz le respondió: "Yo soy
Jesús el que tú persigues". Pablo añadió: "¿Señor, qué
quieres que yo haga?" y Jesús le ordenó que fuera a Damasco y que
allá le indicaría lo que tenía que hacer. Desde ese momento quedó
ciego y así estuvo por tres días. Y allá en Damasco un discípulo de
Jesús lo instruyó y lo bautizó, y entonces volvió a recobrar la vista.
Desde ese momento dejó de ser fariseo y empezó a ser apóstol cristiano.
Después se fue a Arabia y allá estuvo tres años
meditando, rezando e instruyéndose en la doctrina cristiana.
Vuelto a Damasco empezó a enseñar en las Sinagogas
que Jesucristo es el Redentor del mundo. Entonces los judíos dispusieron
asesinarlo y tuvieron los discípulos que descolgarlo por la noche en un
canasto por las murallas de la ciudad. Muchas veces tendrá que salir
huyendo de diversos sitios, pero nadie logrará que deje de hablar a favor
de Cristo Jesús y de su doctrina.
Llegó a Jerusalén y allá se puso también a predicar
acerca de Cristo, pero los judíos decidieron matarlo. Entonces los
cristianos lo sacaron a escondidas de la ciudad y lo llevaron a Cesarea.
De allí pasó a Tarso, su ciudad natal, y allá estuvo varios años.
Y un día llegó a Tarso en su busca su gran amigo, San
Bernabé, y se lo llevó a la populoso ciudad de Antioquía a que le
ayudara a predicar. Y en esa ciudad estuvo predicando durante un año,
hasta que en una reunión del culto por inspiración divina, fueron
consagrados sacerdotes Saulo y Bernabé, para ser enviados a misionar.
San Pablo hizo cuatro grandes viajes que se han hecho
famosos. El primero ya lo narramos en la historia de San Bernabé su
compañero (en el 11 de junio). En ese viaje cambió su nombre de Saulo
por el de Pablo, en honor de su primer gran convertido, el gobernador de
Chipre, que se llamaba Sergio Pablo.
El segundo viaje lo hizo de los años 49 al 52. En este
recorrido ya es menos impulsivo que en el viaje anterior y encuentra menos
reacciones violentas, pero estas no faltan y bastante graves. Visita las
comunidades o iglesias que fundó en el primer viaje y se propone seguir
misionando por el Asia Menor pero un mensaje del cielo se lo impide y le
manda que pase a Europa a misionar. Se encuentra con dos valiosos
colaboradores: el evangelista San Lucas (a quien llama "médico
amadísimo") y Timoteo, que será su más fiel secretario y servidor,
y a quien escribirá después dos cartas que se han hecho famosas.
La primera ciudad europea que visitó fue Filipos (en
sueños oyó que un habitante de Filipos le suplicaba: "Ven a
ayudarnos"). Allí le sacó el demonio a una muchacha que hacía
adivinaciones y al acabárseles el negocio de los que cobraban por cada
adivinación, estos arremetieron contra Pablo y su compañero Silas y les
hicieron dar una feroz paliza. Pero en la cárcel a donde los llevaron,
lograron convertir y bautizar al carcelero y a toda su familia. Pablo
guardó siempre un gran cariño hacia los habitantes de Filipos y a ellos
dirigió después una de sus más afectuosas cartas, la Epístola a los
Filipenses.
Enseguida pasó a Corinto, que era un puerto de gran
movimiento de gentes. Allí estuvo predicando durante un año y seis meses
y logró convertir gran cantidad de gentes. Más tarde dirigirá a sus
habitantes sus dos célebres cartas a los Corintios. De allí salió a
hacer su cuarta visita a Jerusalén.
Su tercer viaje lo hizo del año 53 al 56. En este
viaje lo más notable fue que en la ciudad de Efeso en la cual estuvo por
bastantes meses, Pablo logró que muchas personas empezaran a darse cuenta
de que la diosa Diana que ellos adoraban era un simple ídolo, y dejaron
de rendirle culto. Entonces los fabricantes de estatuillas de Diana al ver
que se arruinaba el negocio, promovieron un gran tumulto en contra del
Apóstol. De Éfeso partió Pablo hacia Jerusalén a llevar a los
cristianos pobres de esa ciudad el producto de una colecta que había
promovido entre las ciudades que había evangelizado. Por todas partes se
iba despidiendo, anunciando a sus discípulos que el Espíritu Santo le
comunicaba que en Jerusalén le iban a suceder hechos graves, y que por
eso probablemente no lo volverían a ver. Esto causaba profunda emoción y
lágrimas en sus seguidores que tanto lo estimaban. En su quinto viaje a
Jerusalén, los judíos promovieron contra él un espantoso tumulto y
estuvieron a punto de lincharlo. A duras penas lograron los soldados del
ejército romano sacarlo con vida de entre la multitud enfurecida.
Entonces cuarenta judíos juraron que no comerían ni beberían mientras
no lograran matar a Pablo. Al saber la hermana de él esta grave noticia,
mandó un sobrino a que se la contara. Entonces Pablo avisó al comandante
del ejército, y de noche, en medio de un batallón de caballería y otro
de infantería, lo sacaron de Jerusalén y lo llevaron a Cesarea. Allá
estuvo preso por dos años, pero permitían que sus discípulos fueran a
visitarlo.
Al darse cuenta Pablo de que los judíos pedían que lo llevaran a
Jerusalén para juzgarlo (para poder matarlo por el camino), pidió ser
juzgado en Roma, y el gobernante aceptó su petición. Y en un barco
comercial fue enviado, custodiado por 40 soldados. Y sucedió que en la
travesía estalló una espantosa tormenta y el barco se hundió. Pero
Jesucristo le anunció a Pablo que por el amor que le tenía a su muy
estimado Apóstol no permitiría que ninguno de los viajeros del barco se
ahogase. Y así sucedió. Lograron llegar a la Isla de Creta y allí
salvaron sus vidas del naufragio.
Al fin llegaron a Roma, donde esperaban a Pablo con
gran entusiasmo los cristianos. En esa ciudad capital estuvo por dos años
preso (casa por
cárcel)
con un centinela en la puerta. Y los cristianos y los judíos iban
frecuentemente a charlar con él, y aprovechaba toda ocasión que se le
presentara para hablar de Cristo y conseguirle más y más seguidores.
Cuando estalló la persecución de Nerón, éste mandó matar al gran
Apóstol, cortándole la cabeza. Dicen que sucedió el martirio en el
sitio llamado las Tres Fuentes (Tre Fontana) (y una antigua tradición
cuenta que al caer la cabeza de Pablo por el suelo, dió tres golpes y que
en cada sitio donde la cabeza golpeó el suelo, brotó una fuente de agua).
Las 13 cartas de San Pablo enseñan verdades valiosísimas acerca de
nuestra fe. Allí se ve que era un "enamorado de Cristo y de su Santa
Religión". En su segunda Carta a los Corintios, San Pablo narra
lo que le sucedió en su apostolado: "Cinco veces recibí de los
judíos 39 azotes cada vez. Tres veces fue apaleado con varas. Tres veces
padecí naufragios. Un día y una noche los pasé entre la vida y la
muerte en medio de las olas del mar. Muchas veces me vi en peligros de
ríos, peligros de ladrones, peligros de los judíos, peligros de los
paganos, peligros en la ciudad, peligros en el campo, peligros en el mar,
peligros por parte de falsos hermanos; noches sin dormir; días y días
sin comer; sed espantosa y un frío terrible; falta de vestidos con los
cuales abrigarse, y además de eso, mi preocupación por todas las
Iglesias o reuniones de creyentes. Quien se desanima, que no me haga
desanimar. ¿Quién sufre malos ejemplos que a mí no me haga sufrir con
eso?".
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