San Pedro
(Simón o Simeón). Apóstol de Jesucristo y primer
jefe de su Iglesia (Betsaida, Galilea, ? - Roma ?, h. 64/67). Era un
pescador del mar de Galilea, hasta que dejó su casa de Cafarnaum para
unirse a los discípulos de Jesús en los primeros momentos de su
predicación; junto con él se unieron a Jesús otros pescadores de la
localidad, como su propio hermano Andrés y los dos hijos de Zebedeo,
Santiago y Juan, todos los cuales formaron parte del núcleo originario
de los doce apóstoles.
San Pedro carecía de
estudios, pero pronto se distinguió entre los discípulos por su fuerte
personalidad y su cercanía al maestro, erigiéndose frecuentemente en
portavoz del grupo. El sobrenombre de Pedro se lo puso Jesús al señalarle como la «piedra» (petra en latín) sobre la que habría de edificar su Iglesia.
Según
el relato evangélico, San Pedro negó hasta tres veces conocer a Jesús
la noche en que éste fue arrestado, cumpliendo una profecía que le había
hecho el maestro; pero arrepentido de aquella negación, su fe no volvió
a flaquear y, después de la crucifixión de Jesus se decidio a propagar sua enseñanazas.
Desaparecido
Jesús (hacia el año 30 d. C.), San Pedro se convirtió en el líder
indiscutido de la diminuta comunidad de los primeros creyentes
cristianos de Palestina por espacio de quince años: dirigía las
oraciones, respondía a las acusaciones de herejía lanzadas por los
rabinos ortodoxos y admitía a los nuevos adeptos (incluidos los primeros
no judíos).
Hacia el año 44 fue encarcelado por
orden del rey Herodes Agripa, pero consiguió escapar y abandonó
Jerusalén, dedicándose a propagar la nueva religión por Siria, Asia
Menor y Grecia. En esa época, probablemente, su liderazgo fue menos
evidente, disputándole la primacía entre los cristianos otros apóstoles,
como Pablo o Santiago. Asistió al llamado Concilio de Jerusalén (48 o
49), en el cual apoyó la línea de Pablo de abrir el cristianismo a los
gentiles, frente a quienes lo seguían ligando a la tradición judía.
Desaparecido Jesús (hacia
el año 30 d. C.), San Pedro se convirtió en el líder indiscutido de la
diminuta comunidad de los primeros creyentes cristianos de Palestina por
espacio de quince años: dirigía las oraciones, respondía a las
acusaciones de herejía lanzadas por los rabinos ortodoxos y admitía a
los nuevos adeptos (incluidos los primeros no judíos).
Hacia
el año 44 fue encarcelado por orden del rey Herodes Agripa, pero
consiguió escapar y abandonó Jerusalén, dedicándose a propagar la nueva
religión por Siria, Asia Menor y Grecia. En esa época, probablemente, su
liderazgo fue menos evidente, disputándole la primacía entre los
cristianos otros apóstoles, como Pablo o Santiago. Asistió al llamado
Concilio de Jerusalén (48 o 49), en el cual apoyó la línea de Pablo de
abrir el cristianismo a los gentiles, frente a quienes lo seguían
ligando a la tradición judía.
crucificado. Una tradición poco contrastada sitúa su tumba en la colina
del Vaticano, lugar en donde el emperador Constantino hizo levantar en
el siglo IV la basílica de San Pedro y San Pablo.
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