martes, 10 de julio de 2012

La vida de San Pedro

San Pedro

Natural de Betsaida, aldea del lago de Genezaret. Después de la resurrección de Jesucristo, asumió la dirección de la Iglesia. Trasladándose de Jerusalén a Antioquía, fundó su comunidad cristiana. Posteriormente fijó su residencia en Roma. Martirizado hacia los setenta y cinco años de edad. Fiesta: 29 de junio.
Fue San Pedro un pobre pescador de Galilea, residente en Cafarnaúm, en casa de su suegra. Era un hombre sencillo, con poca instrucción, y vivía de su modesto oficio.
Su hermano, San Andrés, también pescador, fue quien lo presentó al divino Maestro. Era cuando Jesucristo comenzaba a escoger a sus discípulos. Dijo Andrés a Pedro, que se llamaba antes Simón: «Ven, Simón, que Jesús ya me conoce, y quiero que te conozca a ti». Cuando se presentó delante del Salvador, éste le miró largamente y le dijo: «Simón, hijo de Jonás, de ahora en adelante te llamarás Pedro». Con este cambio de nombre, Jesús tomaba posesión de su nuevo discípulo. Y desde aquel entonces le trató siempre con distinción delante de los otros, como había querido significar con el nuevo nombre. Pedro quiere decir piedra. Y, en efecto, Jesús le distinguió ya enseguida como Piedra fundamental de su iglesia y Cabeza del Colegio Apostólico. Por voluntad de Jesús, la figura de Pedro se va destacando cada día más entre los Apóstoles. Él es quien recibe de Jesucristo más demostraciones de familiaridad y confianza.
Un día, Jesús subió a la barca de Pedro y le mandó que se hiciese mar adentro y echase las redes para la pesca. Pedro le hizo notar que él y sus compañeros lo habían hecho inútilmente toda la noche; pero añadió: «Ya que Tú me lo dices, echaré las redes». Fue tanta la pesca, que las redes se rompían. Se llenaron de pescado la barca de Pedro y la de Santiago Juan, hijos del Zebedeo. Aquel milagro conmovió a todos los pescadores. Pedro, asombrado, se arrojó a los pies del divino Maestro, diciendo: «Apártate de mí, Señor, que yo soy un pobre pescador». Jesús le animó con estas palabras: «No temas, serán hombres lo que tú pescarás de ahora en adelante». Y dirigiéndose también a Juan, Santiago y Andrés, añadió: «Seguidme. Yo os haré pescadores de hombres». Desde entonces, los cuatro discípulos ya no dejaron ni un solo día de seguirle por todas partes.

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